martes, 20 de octubre de 2009

Conejo un manjar y algo más...


El domingo, día de la madre en Argentina, como había adelantado realicé el conejo con aceitunas, todos esos sabores de la niñez que tanto añoraba al preparar el conejo, finalmente explotaron en mi boca al introducir el primer bocado. El plato tiene el equilibrio justo, la salsa es formidable, el vino le aporta sabor a la carne y la tierniza, el hinojo no se roba el plato, no lo invade, lo acompaña, mágico. Las papas las hice con cáscara, otro berretín mío que traigo desde que era pequeño, es que Don Pancho, mi querido abuelo, a quien le debo en gran parte mi identidad gastronómica, las amaba así. Disfrutaba verlas vestidas salir del agua humeantes, guardando todo la presencia del terruño en su interior, luego unas gotas de aceite de uva, esa era su preferida, sal, pimienta, y... pagaría con mi vida por tenerlo frente para ver aquella cara de placer al sentir en su boca la cremosidad del interior de esa bella donna contrastado por el rústico paladar que aporta su cortesa. ¡Qué maravilla! ¡Cómo disfrutaba aquel hombre de ese momento tan simple, tan posible!
No sé si todos los que participaron de mi almuerzo dominical, llegaron al nivel de placer que he alcanzado yo, es que vivo cada comida con una intensisdad tal, que a veces me cuesta que la gente lo pueda comprender. Quizá mi suegro, sólo comió un plato raro, sin despertársele nada especial, quizá a Pirulo le hubiera bastado un pollo, a mi suegra, la agasajada en la ocasión, un plato de ravioles, a Euge cualquier cosa que sea más o menos digerible le gusta. Pero, para mí, la comida es mucho más que el medio de satisfacer el hambre, la comida es la conexión entre mis sentidos, mi propio ser, y el mundo, el que me rodea y el que traigo en los recuerdos, incluso en una memoria genética.


Un abrazo.
kan

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